El mundo del periodismo avanza a pasos agigantados, y con la llegada de nuevas tecnologías cada vez más desarrolladas, adquiere una mayor importancia y relevancia (que nunca ha perdido) dentro del plano político. Teodoro León Gross, periodista, escritor y profesor, con una dilatada experiencia en medios de comunicación, da las claves de todo ello en La muerte del periodismo, poniendo el acento sobre el deterioro de las democracias liberales.
León Gross evidencia, en un amplio trabajo de investigación y desarrollo, la manera en que la prensa tal y como la conocemos e incluso los propios periodistas han perdido músculo para ejercer el ‘contrapoder’ en la sociedad. Partiendo de la base de que el periodismo de hoy día nada tiene que ver con el del siglo XX, el académico da buena prueba de ello con ejemplos actuales, que ya han pasado a formar parte del panorama político histórico en el mundo, como ocurrió con la llegada al poder de Donald Trump en el año 2016.
Repasando todos los temas que suscitan debate en la sociedad, con el foco sobre las redes sociales y sin olvidar la importancia de las fake news, el periodista malagueño da a THE OBJECTIVE las claves para que la profesión pueda recuperar su identidad y la transparencia informativa, controlando cualquier tipo de abuso de poder.
PREGUNTA.- ¿Ha muerto realmente el periodismo?
RESPUESTA.- El gran periodismo del siglo XX sí. Aquel periodismo que realmente tenía un protagonismo muy considerable en las sociedades democráticas, que formaba parte de la estructura de los llamado checks and balances. Contrapesos que daban equilibrio a esas democracias. De tal manera que, la degradación, la erosión del periodismo va en paralelo a la erosión de la propia democracia liberal. Ese periodismo lo que representaba realmente era un poder, que sobre todo se materializaba en unos pocos periódicos que eran una auténtica referencia, un poder de las sociedades democráticas. El periodismo que se ocupaba de la actualidad política ha perdido su alma y su protagonismo. Cuando yo hablo de la muerte del periodismo me refiero a la muerte de ese periodismo. Es decir, evidentemente se ejerce el periodismo con seguridad. Se puede decir que en muchos casos se hace el mejor periodismo que se haya hecho nunca. Los periodistas existen. Quizá se puede decir, como Gombrich decía: «No existe el arte, lo que hay son artistas». Bueno, pues no existe ese periodismo como tal, como un auténtico referente en aquellas sociedades democráticas. Pero sí existen los periodistas haciendo su trabajo. Lo que ocurre es que, efectivamente, ese papel que tenía lo ha perdido.
P.- En un artículo sobre su libro, José Antonio Montano apuntaba a que el periodismo en la actualidad «está casi más en el ataúd que en la mesa de operaciones». ¿Cuáles son las herramientas que podrían salvar al periodismo?
R.- Es difícil porque claro, entonces existían unos pocos periódicos que eran el referente y que digamos concentraban el relato informativo en el que se reconocía toda la sociedad. Tampoco es fácil porque hoy tenemos un espacio digital muy líquido y muy ancho, lleno de publicaciones donde los ciudadanos ni siquiera hacen una lectura vertebrada, sino que reciben ítems informativos a través de las redes sociales con unos algoritmos que favorecen la creación de cámaras de eco donde la información circula muy sesgada, de forma que cada uno encuentra aquello que le confirme sus prejuicios o aquello que le enfrente a la verdad incómoda. Entiendo que el periodismo sigue porque sigue porfiando y seguirá porfiando por encontrar un nuevo modelo de negocio que le dé músculo. Esa es la primera condición. Entre otras cosas porque sin independencia económica no hay independencia editorial. Y uno de los problemas del debilitamiento del modelo de negocio basado en la publicidad es evidentemente la creación de nuevas dependencias. El periodismo se enfrenta a nuevas dependencias, no solo del sector financiero, sino del político y del administrativo-institucional. Si encuentra un nuevo modelo de negocio, tendrá músculo de independencia editorial y creará independencia editorial, recuperará la credibilidad. Esos son requisitos fundamentales para que el periodismo recupere sitio. Dicho lo cual, tampoco es una garantía de que vuelva exactamente a recuperar aquello que estamos diciendo que se perdió.
P.- Sobre esa dependencia a la que apunta, en la crisis de 2008, se dio un hecho bastante llamativo y es que los medios de comunicación tuvieron que dejar de autofinanciarse. ¿Hasta qué punto le ha afectado al sector periodístico el hecho de no poder financiarse y de depender de esos tipos de financiación?
R.- Yo creo que la expresión que se empezó a utilizar en el ámbito futbolístico de periodismo de camiseta, es hoy aplicable a todo el periodismo. Es decir, es un periodismo demasiado sesgado por el perfil de su público, por el target de su público. Pero este no es un problema de un periódico. Esto es un problema del sistema de medios. He aquí lo que caracterizaba al periodismo del que estamos hablando, en el que estamos haciendo la autopsia o como mínimo enfrentándonos al certificado de defunción. Este es el hecho de que en las sociedades entonces existía un relato informativo unificador para la sociedad. Es decir, el relato de la actualidad era básicamente el mismo para todos. Las noticias del día eran reconocibles, luego se podían interpretar, pues esta es una visión liberal, socialdemócrata, conservadora, en fin, desde las diferentes matizaciones e ideologías. Pero el relato informativo unificaba a la sociedad. Lo característico ahora es la fragmentación de ese relato. Es decir, cada comunidad identitaria tiene el relato informativo, tiene un carácter informativo propio y además es un relato informativo muy sesgado. Los algoritmos de las redes sociales favorecen las cámaras de eco. Yo hablo de burbujas informativas. El hecho es que ya no tenemos el relato informativo de nuestra sociedad, sino que cada comunidad dentro de nuestra sociedad tiene su propio relato informativo. Y eso acaba, evidentemente con la función. Y por eso doy este sentido a mi libro: la función que tenía el periodismo antaño.
P.- Es un libro muy ligado a las redes sociales, que están a la orden del día. También habla mucho del fenómeno de Donald Trump, del gran papel de las nuevas tecnologías y de ese nuevo periodismo, gracias al cual el expresidente estadounidense pudo llegar al poder. Menciona el ejemplo de cómo el PSOE aprovechó el ‘Perro Sanxe’ y el ‘que te vote Txapote’ a su favor. ¿Cómo ha sido la adaptación del periodismo a todos estos nuevos medios, a estas nuevas capacidades y tecnologías que tiene para vender su información?
R.- El papel de las redes es determinante porque hoy la mayoría del acceso a la información se produce desde las redes sociales, con lo que su funcionamiento es determinante para entender el propio periodismo. En cuanto a Trump, efectivamente 2016 es un momento fundamental. Es el momento de Cambridge Analytica, la demostración de que sabiendo utilizar adecuadamente ciertas herramientas para manipular la información y la propaganda, se puede y se podía influir en algunas elecciones hasta volcar el resultado. 2016 es el año del Brexit, el año de Donald Trump, después le sigue el procés en Cataluña, la victoria de Bolsonaro en Brasil, que son cuatro escenarios considerados hitos fundamentales de este proceso de degradación. Conviene decir que Donald Trump no inventa nada, sino que es un acelerador. Lo que hace es aprovechar las debilidades del periodismo y ciertas herramientas que proporcionan las redes y la tecnología y lo que hace es la propia degradación del espíritu de las democracias liberales. Hay un ensayo interesantísimo sobre el funcionamiento de las noticias en la campaña electoral de Trump que demuestra que las noticias falsas que generaba su equipo funcionan, y con muchísima más eficiencia que las noticias reales. Esta es la gran noticia. La que tuvo mayor impacto en esa campaña fue que el Papa apoyaba a Donald Trump. ¿Era falsa? Evidentemente. Fue la noticia de mayor impacto en la campaña.. Lo que significa es que el periodismo ya no tiene el poder de determinar la percepción de la realidad. Hasta 2016, los politólogos consideraban impensable que llegara una figura como Trump, que hiciera esa campaña y que ganara. Pero todavía seguían pensando después de que ganara, que que el sistema sería más fuerte que él y no entendieron hasta qué punto el sistema se había debilitado. Bueno, que yo en la introducción efectivamente digo 2023, no 2016. No quiero comparar a Pedro Sánchez en cuanto a la trascendencia de Pedro Sánchez o al perfil de Pedro Sánchez con el de Trump, claro.
P.- Es seguir esa estrategia, simplemente creer que algo funciona, ¿no?
R.- Sí, pero efectivamente yo creo que Pedro Sánchez le ha quitado a Pablo Iglesias ese ‘truquillo mediático’. Así fue como Sánchez hizo la campaña del 23 de julio del 2023: hablando de poderes oscuros, económicos y mediáticos que manipulan desde cenáculos madrileños; algo que en el fondo era la acusación populista de un establishment que ataca a los representantes del pueblo, que en este caso era Pedro Sánchez, diciendo que el 90% de los medios son de derechas. Esto es algo objetivamente falso. El sistema de medios es bastante más equilibrado de lo que piensan unos y otros desde cada uno de los lados. Pedro Sánchez fue visitando ciertos platós que no acostumbraba a visitar y fue construyendo un relato de demonización del rival, aprovechando el protagonismo de Vox después de las elecciones locales y autonómicas, fomentando una polarización para que en la esfera de la izquierda ciertos mensajes funcionaran con muchísima eficacia.
P.- Infundió ese miedo a la derecha utilizando el término de ‘extrema derecha’ tanto en mítines como en sus propias redes sociales… Y al final el mensaje caló en la gente.
R.- Claro, porque te decía que justamente te hablaba de las dos burbujas informativas. Entonces en la burbuja de la izquierda discutían ciertos mensajes y ciertas consignas con muchísima eficacia. No se enfrentaban tanto a la visión de la realidad desde el lado contrario, sino que en esta cámara de eco creada por las redes sociales, martilleaban una y otra vez con esos mismos mensajes de la amenaza de la extrema derecha. No hay duda de que funcionó.
P.- Ha mencionado que el periodismo había perdido ese poder que tenía antaño, y evidencia de ello es que los propios políticos se han dado cuenta de que los medios se han debilitado y lo están utilizando en su favor. Sin embargo, ¿les molestan a los políticos ciertas formas de hacer periodismo?
R.- Por supuesto, al político le sigue incomodando encontrarse por la mañana con un titular que pone en evidencia cualquier comportamiento indecoroso o ilegal. Pero no tiene nada que ver con lo que ocurría hace 30 años, el político no vivía hasta que no veía el relato del día. Lo leía con auténtico temblor de rodillas, sin mencionarte si llegaba a ver su nombre en portada. Había un respeto y un miedo a lo que se dijera sobre él. Por ejemplo, en un editorial, una columna influyente o por supuesto y por encima de todo, con titulares a cuatro o cinco columnas en primera. Eso hoy no existe. El político le ha perdido el miedo al periodismo y después le ha perdido el respeto. Y efectivamente, pues claro que incomoda, pero sabe que esa noticia no va a tener ningún efecto sobre él. Vamos a hablar de Pedro Sánchez. Pedro Sánchez sabe que, por ejemplo, su relación con Bildu en la campaña electoral vasca ha dado pie a noticias incomodísimas en los medios liberales y conservadores. Eso por no mencionar las investigaciones en torno al trabajo de su mujer, que también ha dado lugar a noticias. Es algo fastidioso, pero él no se despeina.
P.- Se sigue sintiendo fuerte y respaldado en su cargo.
R.- Él sabe que la burbuja de la derecha tiene una agitación muy profunda, pero que la burbuja de la izquierda tiene un impacto muy relativizado. De hecho, los medios más afines a este gobierno han minimizado extraordinariamente las informaciones a las que me estoy refiriendo, lo que nos hace pensar: ¿habría sido igual con otro partido y otro dirigente político? Bueno, eso es especular. Yo creo que en buena medida en este tiempo, la influencia de este fenómeno se da en todos los países y en todos los perfiles ideológicos, por supuesto con diferentes niveles de intensidad. Es decir, Boris Johnson era evidentemente mucho más populista que Sunak, o Berlusconi en Italia, Le Pen y Macron… etcétera.
P.- El periodismo es una profesión que está en constante adaptación al medio. En esta época más digital, estamos viendo que todo está cambiando todo. ¿Qué podemos esperar del periodismo en los futuros años?
R.- Ahí es donde yo me declaro menos capaz de hacer augurios. No solo porque no tenga una bola de cristal, sino sobre todo porque creo que son los editores los que probablemente estarán viendo por dónde pueden ir sus empresas informativas y su negocio, buscando un modelo de éxito. Yo tengo mis dudas, desde luego, de que vaya a volver el antiguo periodismo, porque creo en el cambio de la sociedad enteramente. Y como indicas, en esta sociedad digital líquida, sabemos que la inteligencia artificial está teniendo ya una importancia grande y va a tener una importancia aún mayor en los próximos años. Y yo creo que el periodismo, lejos de sentirse agredido por la inteligencia artificial, lo que tiene que empezar a pensar es cómo aprovecharla para ganar músculo y para utilizarla como viento de cola. Te confieso que en esto soy de los que piensa, como periodista veterano y tras escribir también para medios digitales, que ello ha sido una etapa necesaria e interesante. Pero creo que sois la gente joven quienes nos tendréis que enseñar cuáles van a ser esos nuevos caminos. Estamos llegando a etapas ya avanzadas de nuestra trayectoria profesional y seguramente vosotros nos abriréis nuevos caminos. Estoy convencido de que buen periodismo se va a seguir haciendo, pero tengo dudas de que ese periodismo de La muerte del periodismo pueda ser resucitado.